lunes, 29 de octubre de 2012

Welcome to my shit


 Por fin puedo reunirme con el resto de seres que pululan por la calle principal y ser parte del todo, a veces simplemente cierro los ojos y espero hasta que mi sentido de mente colmena me diga que he llegado a mi puesto de trabajo. Es entonces cuando la sangre vuelve a fluir por mis venas y vuelvo a tener el control de mi propio cuerpo. Eso es a veces, otras veces simplemente me dedico a caminar lo más rápido posible y predecir los movimientos de los viandantes para llevar a cabo una caminata más fluida. Eso está bien hasta que un viejo se pone delante de ti, eso rompe todos los esquemas. Ni el más entrenado jedi puede predecir la manera de actuar de una persona que ha pasado el marco de la tercera edad, digamos que son como una ruleta rusa andante, tan pronto puede girar a la izquierda como mearse encima, son un jodido bloqueo para mi sentido arácnido.
Aquí me hayo, en frente de la puerta del lugar donde trabajo. ¿Qué donde trabajo?, el donde no importa, es otra de esas empresas que se rompe el culo para ganar dinero sin importar que, sin importar quien mejor dicho. Tú simplemente sonríe y deja que los clientes hagan lo que les venga en gana, ni se te ocurra hablarles mal porque ellos son los que levantan esta empresa, los sagrados clientes.
 Me siento como un imbécil cuando pienso que lo que realmente importa es la persona en sí y no el dinero, quiero decir que si yo tuviese una tienda de ropa por ejemplo, no consentiría que los clientes se comportasen como soplapollas y que tratasen a los empleados como basura, aunque eso implicase ganar menos dinero. Pero claro, ¿quién soy yo para cuestionar al capitalismo? El sistema funciona y eso es lo que realmente cuenta, lo que yo diga o piense me lo guardo para la ducha, donde puedo crear el mundo a mi imagen y semejanza.
Lo primero que veo al entrar es a uno de mis managers que me recibe con una enorme sonrisa en la que no puede caber más falsedad. Es el típico hombre gay, delgado y que viste como un subnormal, bueno lo de que viste como un subnormal lo digo subjetivamente porque no lo aguanto. El hecho de que sea gay no me preocupa en absoluto, no tengo nada contra la homosexualidad y ahora mismo estoy delante del tipo que más derecho tiene a ser gay del mundo, digamos que ese cabrón nació para dar por el culo. Lo saludo sin más, me da igual si se nota que quiero partirle la cara de todas las formas posibles, aprender cada jodida arte marcial existente en el planeta y a continuación demostrar mis conocimientos en su cara.
Alguna vez he pensado que todo mi odio hacia los managers es cosa mía, pero he tenido oportunidad de corroborarlo con mis compañeros y parece que todos estamos de acuerdo en ello. Estoy casi seguro de que para ser manager es necesario pasar una prueba de sangre y sufrimiento. Yo me imagino a todos los candidatos a manager en un avión y siendo soltados en paracaídas en una isla desierta, sí, estoy hablando de un puto Battle Royal en toda regla donde el puesto será para el único que quede con vida. Eso explicaría muchas cosas y ninguna a la vez. He oído historias de managers decentes y bondadosos, alabados como a dioses antiguos pero nunca conocidos por nadie. Yo creo que esas historias las crean los propios managers para no matar toda nuestra esperanza, para que todavía tengamos algún motivo por el que seguir viviendo en esta senda.
Cojo aire y sigo mi camino, soy un samurái joder, un manager no puede competir contra mi temple, mi concentración, mi capacidad de sobrevivir en condiciones extremas… Cosas que aprendes siendo un universitario vamos, cuando pasas los meses a base de arroz y pasta y soportando más resacas que Paquirrín, es la vida que elegí.

lunes, 22 de octubre de 2012

Subway Time


Da igual si llego tarde o pronto, siempre bajo las escaleras mecánicas del metro a toda prisa. Hace poco casi me dejo los dientes al final del tramo y aún así soy incapaz de relegarme y entregarme a la seguridad y confort de esperar en el peldaño, soy un maldito aventurero. Una vez me encuentro en el andén doy rienda suelta a uno de mi superpoderes de ser humano normal y corriente y espero pacientemente a que la puerta del metro cuadre justo en mis narices, elijo un asiento desde fuera y espero a que ese gusano metálico defeque a toda la gente que necesite defecar.
Lo más entrañable y triste del metro es que es responsable de mis amores más fugaces, amores express los suelo llamar, te sientas y esperas a que la mujer de tu vida entre en el vagón y a continuación cuentas los segundos hasta que la pierdas de vista para siempre. Yo que sé, a lo mejor soy un ninfomano del amor pero esto me ha pasado cientos y cientos de veces, también tengo mis influencias ojo, que desde pequeño tengo serios problemas para controlar mis sentimientos hacia el género femenino. Recuerdo allá en la ESO cuando escribía canciones a la mujer que de aquellas me gustaba… todavía conservo alguno a día de hoy y esa mierda tiene la habilidad de hacerme sentir como un gilipollas cuando la leo. Menos mal que soy lo suficiente maduro para darme cuenta de que la mujer a la que amaba en la ESO era una zorra, como todas las mujeres del planeta, pero eso es una teoría que explicaré más adelante.
Sentado en el metro una de las mujeres de mi vida se sienta ante mí y yo presupongo que me echa una mirada, no me lo quiero creer pero joder esa tía me ha mirado. Yo se la devuelvo, se la devuelvo como diez veces más para que vea que me he enterado de que se interesa por mí y es aquí cuando pasamos la línea del amor a primera vista al pervertido del subsuelo. En fin, veo como la madre de mis hijos no nacidos se baja y vuelvo a centrarme en lo mío, vuelvo a darme cuenta de que estoy solo y de que voy en camino del infierno, mi amado trabajo. Mientras tanto siento como miles de miradas se clavan en mí esperando a que me levante para cederle gentilmente el asiento a esa entrañable señora que se acaba de subir, pero yo tengo mis propios principios y mi honor como samurái, por el cual nunca he sido participe de dejarle mi asiento a la gente de la tercera edad; más que nada porque yo siempre intento ponerme en el lugar de los demás. Si yo fuese un viejuno me jodería que un chaval me ofreciese su asiento en el metro, vamos, es que eso sería como si me estuviese llamando viejo de mierda inútil a la cara. Por eso prefiero respetarlos como personas y dejar que demuestren que todavía tienen fuerzas para aguantar un viaje en metro de pie, cien puntos para mi karma.
Cabeceo cada cierto tiempo, tampoco mucho no vaya a ser que se vuelva a subir otro ángel.
Es hora de bajarme, por fin. Me veo arrastrado por la corriente de gente y me siento como una hez recién expulsada, pero el proceso es tan ridículo y aparatoso que yo diría que soy de esas mierdas blandas y que crean el caos a su paso, si la boca del metro fuese un ojete metálico diríamos que tendría que limpiarse con papel hasta hacerse sangre.

miércoles, 17 de octubre de 2012

De buena mañana



Esto es un fragmento de una serie de testimonios que estoy escribiendo, podéis observar que el protagonista no es un tipo muy común, o simplemente es demasiado común. Cualquier parecido con vuestro día a día es pura casualidad. Here we go:


Ahora mismo me encuentro en cualquier lugar, a cualquier hora y rodeado de gente que me resulta familiar pero que nunca he visto en mi vida. Tanta confusión no es suficiente para hacerme olvidar lo que he venido a buscar, a quien he venido a buscar. Todo es variable y aleatorio a mi alrededor, todo menos ella. Me deslizo entre el gentío con el sigilo del ninja  y busco en cada rincón de este inmenso escenario, sigo teniendo la sensación de que ya he estado aquí antes.
La historia se repite una y otra vez y sigo sin ser capaz de tenerlo todo bajo control, una y otra vez vuelvo al mismo sitio y empiezo de nuevo, perdido en este laberinto que se reconstruye a cada paso. Al cabo de las horas siento que me estoy acercando, puedo verla, puedo olerla y diría incluso que puedo sentirla. Me acerco tímidamente pero sin perder tiempo, nunca se sabe cuándo se puede desvanecer. Estoy tan cerca de ella que podría tocarla… pero no lo hago hasta que reúno el suficiente coraje. Es mi mano entrando en órbita contra su pelo, me siento como Luke Skywalker adentrándose en el corazón de la Estrella de la Muerte, pero por un camino todavía más estrecho. Y cuando por fin logro  tocarla ella sonríe, sonríe y su boca se entreabre para  dar a luz aquellas palabras que tan ansioso estaba por oír: “Binggggg Binggggg Bingggggggggggggggg”
Mierda, eso es todo lo que ha sido, otro sueño de mierda. Todo ese mundo se ha venido abajo y ha sido sustituido por un techo mal pintado y por un móvil vomitando la peor de las melodías que alguien puede poner como despertador. Qué le vamos a hacer, sigo siendo uno de los pocos privilegiados que no disponen de un Smartphone y despierto cada mañana sonriente bajo la magia del tono de serie que trae ese pedazo de basura que tengo por móvil. He de reconocer que le  tengo cariño, ¿Extraño verdad?, yo  tampoco entendía porque la muñeca favorita de mi hermana pequeña  era aquella que era calva, le faltaba un ojo y olía a perro mojado.
Volviendo a mi dulce despertar decido cerrar los ojos cinco minutos más, por joder, porque no voy a descansar más por estar otros cinco minutos con los ojos cerrados pero me gusta saber que tengo el control, y si me pongo tonto pues me quedo otros cinco minutos más. Creo que esos cinco minutos son los que más dan de sí a lo largo del día, llevan consigo una profunda reflexión sobre qué coño estoy haciendo con mi vida y a la vez traen a juicio la dura decisión de si merece la pena levantarme de la cama o quedarme toda la mañana haciendo lo que mejor se me da: Ser improductivo. La decisión sería clara y fácil si no fuera por el hecho de que mis padres consiguieron implantarme un gran sentido de la responsabilidad y sobre todo porque mi conciencia es especialista en joderme con todo aquello que no hago hasta hacerme sentir la mayor mierda sobre la tierra.
 No queda otra opción, saco las piernas de la cama y me quedo sentado. Hago estiramientos con el cuello pero solo por postureo, para darme la sensación de que ya empiezo el día aprovechando cada segundo como si fuese el último, me gusta vivir al límite. Cuando soy capaz de ponerme en pie me acerco a la ventana y miro hacia fuera, es increíble la cantidad de personas que ya están dispuestas a comerse el mundo, yo nunca me levanto con hambre, que le vamos a hacer.
Ahora estoy desnudándome y entrando en la ducha, que más que ducha se siente como un puto frigorífico. “Te juro que eso que me cuelga entre las piernas no suele estar así”- me digo a mi mismo. El agua está congelada y me hace cagarme en todas y cada una de las personas que viven en los alrededores, aunque no los conozca que les jodan a todos,  los jodería yo mismo si no fuese porque mi órgano sexual está ahora mismo más hacia dentro que hacia fuera, pero te juro que normalmente no es así de tímido. En la ducha puede pasar  de todo, desde llegar a la conclusión de que tienes una vida de relleno y de que es hora de entrar a tu trabajo y enfrentarte a tu jefe con los puños, vencerlo y reclamar el negocio para ti, mientras todos tus compañeros te cogen en brazos y te llevan a la oficina, hasta caer hipnotizado por el champú y leerte su composición infinitas veces. 
Me quedan solo diez minutos antes de entrar en el tramo final de la prisa, no me da tiempo a pensarme dos veces que me voy a poner encima y por eso salgo como salgo, por eso pillo tan poco supongo.  Me lavo los dientes y me miro en el espejo intentando verme de la mejor forma posible… “joder vaya cara de resaca y eso que ni siquiera salí ayer. Ojalá lo hubiese hecho”. Cojo el libro que actualmente estoy leyendo y que confío en que me dé un toque atractivo-sexual y me dirijo hacia la boca del metro. El día acaba de empezar, los pájaros cantan alegremente e incluso pueden distinguirse unos tímidos rayos de sol, la gente sonríe y se dirige hacia sus puestos de trabajo. Tal vez mi optimismo se haya colado por la entrada del metro hacia el inframundo de la muchedumbre y del olor corporal, no hay manera de sacarme una puta sonrisa recién levantado, historia real.

martes, 16 de octubre de 2012

Toc Toc, ¿Quién es?


Llega el momento en la vida de todo ser humano en la que decide que es momento de hacerse un blog. Y cuando digo ser humano me refiero a todas aquellas personas que disponen de conexión a internet, mucho tiempo libre y un sin fin de basura aleatoria en la cabeza.
Pues bien, hoy día 16 de Octubre del 2012 y aún a riesgo de que se acabe el mundo y todo el esfuerzo invertido en abrir un blog sea en vano, aquí estoy. Con un par.
Y qué vengo yo a contaros en un blog pensaréis. No os voy a contar el transcurso de mi día a día como si de un quiceañero se tratase, así que no temáis. Yo lo veo más como una vía para desahogarme de esta sociedad que tantos dolores de cabeza me está dando últimamente. Y también para quejarme, que es mi deporte favorito.
Estoy también abierto a todo de sugerencias, podéis pedirme que escriba sobre cualquier cosa que tengáis miedo a plasmar mediante palabras, haré mi mejor esfuerzo por montaros una historia cojonuda y si no siempre podéis dejarme comentarios llamándome gilipo e hijodepu.


Reconozco que me da un poco de vergüenza, me siento casi como la primera vez que me tuve que desnudar delante del médico o como cuando se me escapo mi primer pedo en público. Bienvenidos a mi mundo, you´re welcome to SuckMyDesk.